2. Más razones
“Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia. Estas simientes se nutren y son estimuladas por el medio y llegan a formar parte inseparable del carácter del adulto”. Rojas Marcos.
La primera vez que vi. un anuncio, emitido desde el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, me quedé sorprendida de que el Estado español permitiera y pagara la emisión de un spot en el que se veía cómo un hombre ‘molía’ a palos a una mujer mientras su hijo trataba de reanimarla. Me pareció demasiado cruel.
Gabriel García López, en su obra ‘Publicidad institucional: El Estado anunciante’, explica que el poder público se erigió como responsable de los spots institucionales en la década de los años ochenta. Su papel publicitario evolucionó durante la década de los noventa hasta alcanzar el protagonismo que mantiene en nuestros días como agente anunciante.
García López reseña que se trata de una publicidad claramente mercantilizada porque sirve a los medios de comunicación para equilibrar la balanza de ingresos y gastos a través del presupuesto comercial y, que, por tanto, es un tipo de publicidad ‘egoísta’ y en cierta manera dirigida a manipular la mente de los ciudadanos.
Además, este autor recuerda que la responsabilidad del Estado orientada a garantizar la seguridad de la población se ha sustituido por la responsabilidad individual. Algunos de los anuncios que analizaré a continuación insisten en que la mujer debe denunciar el maltrato pero realmente es el Estado el que debe garantizar su seguridad o bien disponer las mínimas condiciones para que, tras la denuncia legal, no pase a engrosar la lista de mujeres muertas a manos de sus parejas.
Es más, desde entonces he seguido las terribles estadísticas anuales sobre el número de mujeres muertas en manos de sus parejas o ex parejas y, a pesar de la crudeza de las diferentes campañas, los casos de violencia de género han aumentado o no han disminuido.
“Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia. Estas simientes se nutren y son estimuladas por el medio y llegan a formar parte inseparable del carácter del adulto”. Rojas Marcos.
La primera vez que vi. un anuncio, emitido desde el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, me quedé sorprendida de que el Estado español permitiera y pagara la emisión de un spot en el que se veía cómo un hombre ‘molía’ a palos a una mujer mientras su hijo trataba de reanimarla. Me pareció demasiado cruel.
Gabriel García López, en su obra ‘Publicidad institucional: El Estado anunciante’, explica que el poder público se erigió como responsable de los spots institucionales en la década de los años ochenta. Su papel publicitario evolucionó durante la década de los noventa hasta alcanzar el protagonismo que mantiene en nuestros días como agente anunciante.
García López reseña que se trata de una publicidad claramente mercantilizada porque sirve a los medios de comunicación para equilibrar la balanza de ingresos y gastos a través del presupuesto comercial y, que, por tanto, es un tipo de publicidad ‘egoísta’ y en cierta manera dirigida a manipular la mente de los ciudadanos.
Además, este autor recuerda que la responsabilidad del Estado orientada a garantizar la seguridad de la población se ha sustituido por la responsabilidad individual. Algunos de los anuncios que analizaré a continuación insisten en que la mujer debe denunciar el maltrato pero realmente es el Estado el que debe garantizar su seguridad o bien disponer las mínimas condiciones para que, tras la denuncia legal, no pase a engrosar la lista de mujeres muertas a manos de sus parejas.
Es más, desde entonces he seguido las terribles estadísticas anuales sobre el número de mujeres muertas en manos de sus parejas o ex parejas y, a pesar de la crudeza de las diferentes campañas, los casos de violencia de género han aumentado o no han disminuido.
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